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Un traje muy costoso

  • Anthony
  • 12 abr 2016
  • 2 Min. de lectura

"Hubo una vez un niño con un sueño: "aprender a volar", por lo que decidió salir al mundo para descubrir cómo lograrlo. Compró un mapa y empezó a caminar, mientras más avanzaba, más se alejaba de su casa, llegando hasta la lejana Europa. Allí, en un pueblo pequeño del interior, encontró a un viejo sastre quién le dijo que podía elaborarle un traje para volar; emocionado el niño le pidió que le cosiera uno, a lo que el viejo respondió - deberás pagarme con años, ya que no tienes dinero - el niño aceptó de inmediato y entregó 10 años de su vida al viejo. Días después recibió el traje y al probárselo se dio con las sorpresa de que el traje era muy pequeño, no podía usarlo, el niño había envejecido 10 años, se había convertido en un adolescente. Regresó con el viejo y le pidió que ajustara el traje, ya que no podía usarlo, el viejo aceptó de inmediato, sin embargo pidió 20 años por las refacciones, el adolescente aceptó sin pensarlo y al cabo de un día volvió por el traje. Al probárselo ocurrió nuevamente lo que temía, el traje no era de su talla, el adolescente había envejecido 20 años, ahora era un adulto. Muy molesto regresó con el viejo y le pidió que arreglara el traje de manera definitiva, porque no quería seguir con este juego, a lo que el viejo respondió que arreglaría el traje por 30 años, el adulto se detuvo, pensó bien las cosas, consideró todas las opciones y finalmente decidió correr el riesgo; al cabo de 12 horas regresó para recoger el traje. El viejo ya no estaba, en su lugar estaba un joven radiante y lleno de energía quien le entregó el traje y sonriendo se alejó caminando. El ahora viejo se probó el traje y este le quedó perfecto, justo a la medida, se emocionó mucho, e intentó volar, sin embargo no pudo hacerlo, no tenía la energía suficiente y no tuvo más que sentarse a pensar en el tiempo que había perdido. ¿Y qué pasó con el viejo sastre? pues ganó muchos años, empezó de nuevo su camino y eventualmente dicen que él sí aprendió a volar. Y es que el momento para volar es cuando somos niños, cuando nuestra imaginación se encuentra al máximo, cuando volar no parece tan ilógico e irracional, cuando todo parece sencillo y feliz. Volvamos a ser niños, seamos siempre niños, dejemos que el asombro sobrepase el orgullo y la creatividad vuelva a nuestra vida, de ese modo podremos volar todo el tiempo sin tener que perder años en el proceso. --- ¡Pequeña Sophie nunca dejes de ser niña!

 
 
 

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